XII FIESTA LA BIZNAGA
Cumplida una etapa de tres años en la presidencia Andrés Vázquez sin cumplir su mandato completo, decide, dar por terminada su legislatura, y en la presentación de los datos económicos de la Entidad en Asamblea General Ordinaria, en su último apartado se contempla la elección de nuevo presidente, llegándose al día de su celebración sin que se haya presentado candidatura alguna para acceder a la presidencia.
Una vez presentado el balance económico de la Peña y siendo aprobado el mismo por los asistentes, se agradece al Presidente su labor al frente de la Entidad y se pasa al apartado de elección presidencial. Al no haber candidatura alguna, se plantea el problema de no contar con nadie que dirija los designios del colectivo.
En un momento de la exposición de los problemas administrativos que se le van a plantear a la Entidad, toma la palabra el socio Antonio González y se dirige al socio fundador Manuel Gallego Pérez al que reconoce su gran labor y cariño que profesa a la Peña y le solicita su compromiso para que acepte ser Presidente en la próxima etapa. Éste sintiéndose halagado por las palabras de su amigo y compañero Antonio sin tener palabras para negarse a aquella solicitud, dado el amor que siente por la Entidad, acepta el cargo y pide apoyo y ayuda para su periodo presidencial.
Una vez aceptado el mismo y ofrecida la colaboración de muchos de los asistentes, queda elegido como nuevo Presidente de la Entidad.
Manuel Gallego Pérez, socio fundador y conocedor de todos los entresijos de los colectivos, toma posesión del cargo en el tercer mes del año 1986.
Su actividad nada más llegar al cargo se deja notar en la Entidad, pues persona muy querida por todos consigue fácilmente que cualquier socio se sienta involucrado en cualquier actividad a desarrollar.
Manolo, al igual que en años anteriores, consigue que Tomás Galiana confeccione un año más el cartel anunciador de la XII Fiesta. ( El Cartel es presentado en los salones de la Entidad por su creador y Diego Gómez Cabrera. foto a la izquierda).La presentación del cartel anteriormente citada tuvo lugar en los salones de la Peña el 20 de Junio , acto que conduce magistralmente como el sabe hacerlo Diego Gómez, que meses más tarde efectuaría la presentación de la XII edición de Fiesta La Biznaga.
En el aparatado de Pregonero consigue un éxito rotundo al contar con un extraordinario poeta como es Rafael Pérez Estrada, que concede al Presidente el honor de poder contarlo entre los Pregoneros de la Biznaga, tomando su responsabilidad personal en la elaboración del Pregón de la actual edición.
Este año, por problemas de obras en La Finca La Cónsula perdemos el marco y debemos buscar su alternativa. Por la amistad que me une con el Subdirector del Colegio Europa D. José Miguel Fernandez Pelegrina, nos conceden el permiso oportuno para presentar el evento en sus instalaciones, lugar en el que se lleva a cabo con excelente colaboración por parte de la Dirección de Colegio D. Pablo Hermoso a quien durante el acto se le hace entrega una Placa en muestras de agradecimiento.El Acto tuvo un gran éxito de asistencia en el día 12 de Julio de 1986 a las 10.00 horas de la noche.
Manuel Gallego, al frente de su Junta Directiva, conforma un importante programa artístico para que el acto tenga todas las garantías necesarias para obtener un extraordinario éxito, pues aparte del grupo de Baile de Las Jardineras de la Peña Jardin de Málaga se cuenta con el experimentado Ballet Clásico Español Embrujo, se contrata a la Orquesta Came Ros´s para el fin de Fiesta y la actuación del grupo musical más popular del momento como son Los Cantores de Híspalis, además de ello como plato fuerte del final, la cantante Silvia Pantoja a quien posteriormente en el año 2001, Antonio Montiel elige como su musa para crear el Cartel de la XXVI edición de la Fiesta.
Cumplida una etapa de tres años en la presidencia Andrés Vázquez sin cumplir su mandato completo, decide, dar por terminada su legislatura, y en la presentación de los datos económicos de la Entidad en Asamblea General Ordinaria, en su último apartado se contempla la elección de nuevo presidente, llegándose al día de su celebración sin que se haya presentado candidatura alguna para acceder a la presidencia.
Una vez presentado el balance económico de la Peña y siendo aprobado el mismo por los asistentes, se agradece al Presidente su labor al frente de la Entidad y se pasa al apartado de elección presidencial. Al no haber candidatura alguna, se plantea el problema de no contar con nadie que dirija los designios del colectivo.
En un momento de la exposición de los problemas administrativos que se le van a plantear a la Entidad, toma la palabra el socio Antonio González y se dirige al socio fundador Manuel Gallego Pérez al que reconoce su gran labor y cariño que profesa a la Peña y le solicita su compromiso para que acepte ser Presidente en la próxima etapa. Éste sintiéndose halagado por las palabras de su amigo y compañero Antonio sin tener palabras para negarse a aquella solicitud, dado el amor que siente por la Entidad, acepta el cargo y pide apoyo y ayuda para su periodo presidencial.
Una vez aceptado el mismo y ofrecida la colaboración de muchos de los asistentes, queda elegido como nuevo Presidente de la Entidad.
Manuel Gallego Pérez, socio fundador y conocedor de todos los entresijos de los colectivos, toma posesión del cargo en el tercer mes del año 1986.
Su actividad nada más llegar al cargo se deja notar en la Entidad, pues persona muy querida por todos consigue fácilmente que cualquier socio se sienta involucrado en cualquier actividad a desarrollar.
Manolo, al igual que en años anteriores, consigue que Tomás Galiana confeccione un año más el cartel anunciador de la XII Fiesta. ( El Cartel es presentado en los salones de la Entidad por su creador y Diego Gómez Cabrera. foto a la izquierda).La presentación del cartel anteriormente citada tuvo lugar en los salones de la Peña el 20 de Junio , acto que conduce magistralmente como el sabe hacerlo Diego Gómez, que meses más tarde efectuaría la presentación de la XII edición de Fiesta La Biznaga.
En el aparatado de Pregonero consigue un éxito rotundo al contar con un extraordinario poeta como es Rafael Pérez Estrada, que concede al Presidente el honor de poder contarlo entre los Pregoneros de la Biznaga, tomando su responsabilidad personal en la elaboración del Pregón de la actual edición.
Este año, por problemas de obras en La Finca La Cónsula perdemos el marco y debemos buscar su alternativa. Por la amistad que me une con el Subdirector del Colegio Europa D. José Miguel Fernandez Pelegrina, nos conceden el permiso oportuno para presentar el evento en sus instalaciones, lugar en el que se lleva a cabo con excelente colaboración por parte de la Dirección de Colegio D. Pablo Hermoso a quien durante el acto se le hace entrega una Placa en muestras de agradecimiento.El Acto tuvo un gran éxito de asistencia en el día 12 de Julio de 1986 a las 10.00 horas de la noche.
Manuel Gallego, al frente de su Junta Directiva, conforma un importante programa artístico para que el acto tenga todas las garantías necesarias para obtener un extraordinario éxito, pues aparte del grupo de Baile de Las Jardineras de la Peña Jardin de Málaga se cuenta con el experimentado Ballet Clásico Español Embrujo, se contrata a la Orquesta Came Ros´s para el fin de Fiesta y la actuación del grupo musical más popular del momento como son Los Cantores de Híspalis, además de ello como plato fuerte del final, la cantante Silvia Pantoja a quien posteriormente en el año 2001, Antonio Montiel elige como su musa para crear el Cartel de la XXVI edición de la Fiesta.
En esta pequeña Galería de fotos podemos observar al Ballet Embrujo iniciando la Fiesta con bailes por malagueñas, Silvia Pantoja en un momento de su actuación como antes lo hacian los Cantores de Híspalis. Para final podemos ver a un grupo de azafatas biznagueras fotografiandose con Silvia Pantoja ya en el camerino y Paco Morales orgulloso con sus bellas acompañantes Misses 1985 y 1986.
Francisco Gallardo de la Rosa entrega de una Placa recordatoria de su presentación del Pregonero a Joaquín Marín
La Fiesta transcurre por un momento dulce, pues todo sale a pedir de boca, a excepción del pequeño incidente a nivel personal protagonizado por Antonio Ávila y el anterior Presidente Andrés Vásquez, que sintiéndose ofendido por la actuación del primero, abandona el recinto en unión de su esposa Juanita.
En la foto podemos observar D. Rafael Pérez Estrada, Pregonero y a D. Joaquín Marín Alarcón Director del Diario Sur como presentador del Pregonero a juntos al Presidente Manolo Gallego atentos al evento en un momento del mismo. Al terminar su Pregón el Sr. Gallego le hace entrega de la Biznaga de Plata. Candy Gallardo en primer plano atenta al flash de la cámara.
La Fiesta transcurre por un momento dulce, pues todo sale a pedir de boca, a excepción del pequeño incidente a nivel personal protagonizado por Antonio Ávila y el anterior Presidente Andrés Vásquez, que sintiéndose ofendido por la actuación del primero, abandona el recinto en unión de su esposa Juanita.
En la foto podemos observar D. Rafael Pérez Estrada, Pregonero y a D. Joaquín Marín Alarcón Director del Diario Sur como presentador del Pregonero a juntos al Presidente Manolo Gallego atentos al evento en un momento del mismo. Al terminar su Pregón el Sr. Gallego le hace entrega de la Biznaga de Plata. Candy Gallardo en primer plano atenta al flash de la cámara.
PREGÓN
FIESTA LA BIZNAGA
Por: Rafael Pérez Estrada
Poeta.
Lcdo. en DerechoEl pregón de la biznaga no es más que una afirmación necesaria en la transparencia, en lo luminoso y en lo blanco. En aquellas cualidades que son propias del hacer, del pensamiento y de la idiosincrasia andaluza.
Cantar lo blanco es situarse en un punto espiritual de altitud que encierra una comprensión hacia todo lo que es propio de la bondad y de la belleza.
Cantar lo andaluz, en una noche de verano como esta, es cantar también la pasión más exaltada de lo nuestro.
Andalucía es una pasión con capacidad crítica y conocimiento de sus propias motivaciones. Y toda pasión tiene su símbolo y tiene su emblema.
Si hubiera que decir un emblema definitorio en lo culto de lo malagueño, nada tan cierto como la fijación de una estrella vegetal, porque el jazmín no es más que es: el sueño de una estrella que se ha hecho permanente, táctil y posible en el orden floral. Rafael Pérez Estrada pronuncia su Pregón
A toda realidad se corresponde una réplica de la imaginación. Quién frente al Mediterráneo contempla la Luna vuelve a hallarla sumergida en la profundidad del Mediterráneo, en el espejo del mar. Y quién, en una noche andaluza contemple, evoque y mire las estrellas encontrará su réplica en el estilo exacto de un jazmín enredado en un balcón del Sur.
El jazmín es el sueño geométrico de un ángel. En un instante altísimo de revelación literaria, decía Alberto de Sassoferrato que las alas de los ángeles están hechas de miles de jazmines malagueños.
Y también el jazmín pertenece al sueño de una estrella que, en lo azul, se sintiera incompleta y necesitase, en busca de su perfección, del perfume que sólo en lo vegetal se lo hará posible.
La diferencia entre el jazmín y la estrella está en que ésta flota más allá de lo posible inmediato y aquel siempre está dispuesto a un amoroso ofrecimiento, a la entrega. La estrella se sueña, el jazmín se toma.
El jazmín es la fiebre del verano y endulza las pesadillas. Porque, ¿ quién no ha compartido las horas del sueño con la gracia de un jazmín en la mesilla de noche.
Hay sueños plácidos y sueños adversos. Sin embargo los malagueños gozamos de una suerte de sueño que es el sueño perfumado, el sueño invadido por el perfume densísimo del jazmín que llega a envolverse, a enroscarse en la dormición para hacerla más plácida y más delirante en lo sensual y en lo lúdico, hasta convertirla en blanca, que es la señal de las buenas noches.
Dicen las crónicas de Al Andalus que el jazmín tiene tacto de caricia y eco de amorosa proximidad. Y se cuenta de la princesa cordobesa Wallada, de aquélla princesa poetisa – versión en lo femenino de otro poeta real, Al Mutamid de Sevilla – que en ocasión de ausencia de su amante, pidió que, como toda suerte, le fuera desvelada por un ángel, la sensación más próxima, más cierta de su amado. Y al despertar sintió en su mano, en tacto, la caricia de aquella persona tan deseada. Y descubrió que no era más que el milagro, nuevamente, de unos jazmines desmayados en la oquedad de una palma hecha, en lo sucesivo, para cantar y escribir al amor, en unos poemas que aún perduran en la fragancia de lo trascendido.
Y en esta evocación arábigo andaluza, inevitable cuando se canta a una flor tan frágil como la que celebramos esta noche, en modo alguno puede faltar la crónica de la poetisa malagueña del siglo XI, Zafia, muerta de tristeza y desamor a edad de treinta años, y de la que se conserva el testimonio de admiración de sus coetáneos, que dijeron de ella ser poetisa celeste. Tener dulcísima la letra y la caligrafía brillante. Pues bien, Zafia, la Malagueña, la que ha dejado tan pocas huellas poéticas, tiene, sin embargo, escrita esta queja que perdura más allá del olvido y la desmemoria:
He besado el jazmín
en el que posaron tus labios
y la luz se ha hecho.
Algo del jazmín se escapa de lo estrictamente literario para adentrarse en lo filosófico, Hasan Ben Soleiman, pensador andaluz, ha dejado escrita esta otra queja densamente evocadora:
He conocido la exactitud y armonía de las
matemáticas, la queja y el dolor de los
poetas, la locura de la música y el vér-
tigo de las estrellas y ahora, en mi an-
cianidad, sólo me queda satisfacerme en
la sonrisa de un niño y en la gracia de
un jazmín.
El jazmín, se sacia en belleza e imaginación. Cualquier referencia a la diminuta gracia de esta flor tiene el valor inmediato de una metáfora. Decir jazmín equivale a decir poesía.
Mohamed Abulhasan, en su Crónica de las Noches de Al Andalus, cuenta que era costumbre en nuestra ciudad, en el siglo XI, anotar el nombre del primer amor en la blancura diminuta de un pétalo de jazmín. Recreando, de esta manera, una leyenda que se pierde en la noche de los arabescos, en la que se atribuye al arcángel. Gabriel la visita a Fátima, hija del profeta, para anunciarle el nombre del que más adelante sería su esposo, dándoselo, igualmente escrito, en el diminuto blanco de un jazmín traído de las noches de España.
Y es este anecdotario imaginal, que me es propio y que nace de un juego de cultura ficción, no quiero dejar de recordar el bellísimo ejemplo de otro malagueño insigne, el físico Alí ben Mohhamed Ben Alí el Anzari, que, requerido por el visir de Málaga para que explicase qué entendía por el amor a nuestra ciudad, dijo: “ ves esta blanca biznaga, ella es sólo posible por el esfuerzo de muchos jazmines que, perdiendo su individualidad, se recrean en la superior belleza que entre todos consiguen, ” y en que la biznaga es una cooperativa de jazmines.
Se ha llegado en la valoración del jazmín a la metafísica. Un poeta del siglo XIII, cordobés, decía: “ el pecado de Luzbel no sólo fue contraponer su belleza y desafiar a Dios estéticamente, sino también querer crear, frente al resplandor del jazmín blanco, la inquietante oscuridad de un jazmín negro, brillante en azabache y significativo de la nada.”
Y es que la primera nota que da naturaleza al jazmín es lo blanco. Lo blanco que, es simbología, aparece dotado de estas características: color de la luz, de la pureza y de la perfección absoluta. De esta manera, cuando en esta noche celebramos al jazmín como parte, verso o medida de la biznaga, o cuando abordamos las excelencias de esta flor compuesta artificialmente por el hombre en ánimo de perfección estéticamente, a la vez estamos celebrando la grandeza de lo absoluto, porque nada malo puede venir de lo albo. Blanco son los trajes que visten los momentos y las celebraciones más importantes de nuestras vidas, como blanco es el traje con el que la novia se promete y entrega. Todos ellos perfectamente blancos como la nieve, que dirían los nórdicos o blancos como el jazmín que decimos los que gozamos de un clima que arrincona al invierno y lo deja casi en una necesidad superflua de la moda. Y es que Málaga tiene la suerte de no definir sus estaciones, aquí solo la primavera se resalta en el juego de las gaviotas, dejando al mar la confusión de si son o no palomas picasianas las que enredan con el humo de los barcos para tatuar el azul del cielo con esos nombres que todos llevamos escritos en los deseos más entrañables del corazón.
Toda contemplación del jazmín y la biznaga se hace interminable porque, de una manera u otra, las valoraciones se van entretejiendo sobre la sobriedad y la sencillez de la flor. Son leyendas que abarcan hasta los conceptos bélicos. Hay una crónica que contrapone en símbolo de paz la paloma al jazmín, quedando aquella aceptada pues su presencia es más abierta, frecuente y si se quiere vulgar que una flor cuyo existir está condicionado a reglas climatológicas muy estrictas.
Pero más que nada el jazmín es el acento del verano. Su nieve parece estar hecha para contra restar y compensar, aún más, para resaltar la morenez del estío. La biznaga a esquina o punta del escote está aplacando el tatuaje del sol en los cutis perfectos de las más bellas mujeres del Sur. Por eso el jazmín nace y se cría junto a este litoral mediterráneo, para que morenez, bronce, cuerpo y mar compongan las primeras claves del más antiguo y natural de nuestros poemas, el poema que comprende el conocimiento de dos cuerpos amorosos sostenidos en el aire templado de lo andaluz.
Una fiesta como la de hoy es un motivo para celebrar el verano, para celebrar el descanso, el ocio y cuantas cosas son compensatorias y parte d esa moneda que lleva acuñada en una de sus caras la imagen del trabajo y la diligencia.
Una fiesta, como la de hoy, es parte de un instante vital que se entrega a la belleza, en torno a una meditación sobre un concepto feliz y cuyo nombre ya tiene, por sí mismo, la fragancia que la propia flor lleva. Y es que hay palabras que están dotadas de un interés inmediato, de un interés estético. Una de ellas es, precisamente, jazmín, y para que no parezca que lo digo obligado por mi función de pregonero, voy a remitirme a un concurso organizado hace años en Radio Nacional. Se trataba de un concurso cuya finalidad estaba en dar el premio a la palabra más hermosa del español. También recuerdo que fue Rafael Alberti el que, de forma expeditiva, solucionó este nuevo juicio de París, y como finalistas, como palabras guapas, en las ondas quedaron, en el podium de los vencedores, Alba, Madre y Jazmín.
Todos los años al amparo de una noche cálida y romántica se celebra la liturgia del jazmín y lo blanco.
Una ciudad que es capaz de cantar la densa y efímera belleza del jazmín demuestra la profunda raigambre de su cultura.
Todos los años, la devoción por la belleza de lo que es nuestro resucita la viva historia de la biznaga, y trae al marco perfecto de noches como esta lo mejor de la literatura arábigo-andaluza en busca del brillo narrativo de la exalte.
Y todos los años una voz más autorizada que la mía os cuenta que el origen de la palabra, cuyo concepto celebramos hoy, se remonta, etimológicamente, al término latino pastinaca y de ahí, en un raro viaje al mozárabe, bistinaga y al árabe vulgar bisneq de la que procede avizne, hasta llegar a biznaga.
Y todos los años, cuando en la noche se hace el tiempo de las despedidas empezamos a olvidar esos datos de erudición para quedarnos con lo que importa, con la perfecta sensación de lo blanco envolviéndolo todo, y un olor al que la palabra no llega a alcanzar en su afán definitorio.
Y ya, al término de este canto, una muy breve reflexión que toma la idea, para cierta, de que cuando cantamos a la biznaga celebramos el emblema de esta Ciudad del Paraíso. De una ciudad tan generosa en sus símbolos que alguien ha dicho, con gracia muy con razón, que cuando los Reyes Católicos le dieron escudo, inventaron la primera tarjeta postal, porque en él están todas las cosas que, con entidad histórica, configuran la esencia paisajística de lo malagueño: el Castillo, la Alcazaba, el Puerto e incluso, junto al “tanto monta”, los mártires Ciriaco y Paula. Y como en el olvido heráldico quedara la esencia humilde del jazmín, estos amigos de la biznaga han querido subrayar, año tras año, que ella es como si la ciudad se ofreciera en un conjunto en el que cada ciudadano ha aportado su razón personal a favor de los otros, que la biznaga es un plural de jazmines, una suma de esfuerzos.
La perfección sólo existe en el recuerdo y en el deseo, y Málaga, como parte importantísima de nuestra realidad inmediata, exige de todos y cada uno de nosotros el aliento hacia lo mejor, el esfuerzo para que cada día sea más, y por ello, junto a la alabanza, la crítica ha de jugar el papel compensatorio de aquellos que al formularla lo que intentan es la perfección de lo que aman, esto es un grado más en la trascendencia, porque en las cosas que corresponden al bien común no cabe decir como el poeta, ¡ no lo toques ya más que así es la rosa “, sino lo contrario, la seguridad de que todo esfuerzo servirá para que ella, esta Málaga que nos vive desde una ancianidad generosa e histórica, se consiga lo mejor que nosotros podamos darle.
Y este puede ser el proyecto de una noche que se repite en los jardines de España.
FIESTA LA BIZNAGA
Por: Rafael Pérez Estrada
Poeta.
Lcdo. en DerechoEl pregón de la biznaga no es más que una afirmación necesaria en la transparencia, en lo luminoso y en lo blanco. En aquellas cualidades que son propias del hacer, del pensamiento y de la idiosincrasia andaluza.
Cantar lo blanco es situarse en un punto espiritual de altitud que encierra una comprensión hacia todo lo que es propio de la bondad y de la belleza.
Cantar lo andaluz, en una noche de verano como esta, es cantar también la pasión más exaltada de lo nuestro.
Andalucía es una pasión con capacidad crítica y conocimiento de sus propias motivaciones. Y toda pasión tiene su símbolo y tiene su emblema.
Si hubiera que decir un emblema definitorio en lo culto de lo malagueño, nada tan cierto como la fijación de una estrella vegetal, porque el jazmín no es más que es: el sueño de una estrella que se ha hecho permanente, táctil y posible en el orden floral. Rafael Pérez Estrada pronuncia su Pregón
A toda realidad se corresponde una réplica de la imaginación. Quién frente al Mediterráneo contempla la Luna vuelve a hallarla sumergida en la profundidad del Mediterráneo, en el espejo del mar. Y quién, en una noche andaluza contemple, evoque y mire las estrellas encontrará su réplica en el estilo exacto de un jazmín enredado en un balcón del Sur.
El jazmín es el sueño geométrico de un ángel. En un instante altísimo de revelación literaria, decía Alberto de Sassoferrato que las alas de los ángeles están hechas de miles de jazmines malagueños.
Y también el jazmín pertenece al sueño de una estrella que, en lo azul, se sintiera incompleta y necesitase, en busca de su perfección, del perfume que sólo en lo vegetal se lo hará posible.
La diferencia entre el jazmín y la estrella está en que ésta flota más allá de lo posible inmediato y aquel siempre está dispuesto a un amoroso ofrecimiento, a la entrega. La estrella se sueña, el jazmín se toma.
El jazmín es la fiebre del verano y endulza las pesadillas. Porque, ¿ quién no ha compartido las horas del sueño con la gracia de un jazmín en la mesilla de noche.
Hay sueños plácidos y sueños adversos. Sin embargo los malagueños gozamos de una suerte de sueño que es el sueño perfumado, el sueño invadido por el perfume densísimo del jazmín que llega a envolverse, a enroscarse en la dormición para hacerla más plácida y más delirante en lo sensual y en lo lúdico, hasta convertirla en blanca, que es la señal de las buenas noches.
Dicen las crónicas de Al Andalus que el jazmín tiene tacto de caricia y eco de amorosa proximidad. Y se cuenta de la princesa cordobesa Wallada, de aquélla princesa poetisa – versión en lo femenino de otro poeta real, Al Mutamid de Sevilla – que en ocasión de ausencia de su amante, pidió que, como toda suerte, le fuera desvelada por un ángel, la sensación más próxima, más cierta de su amado. Y al despertar sintió en su mano, en tacto, la caricia de aquella persona tan deseada. Y descubrió que no era más que el milagro, nuevamente, de unos jazmines desmayados en la oquedad de una palma hecha, en lo sucesivo, para cantar y escribir al amor, en unos poemas que aún perduran en la fragancia de lo trascendido.
Y en esta evocación arábigo andaluza, inevitable cuando se canta a una flor tan frágil como la que celebramos esta noche, en modo alguno puede faltar la crónica de la poetisa malagueña del siglo XI, Zafia, muerta de tristeza y desamor a edad de treinta años, y de la que se conserva el testimonio de admiración de sus coetáneos, que dijeron de ella ser poetisa celeste. Tener dulcísima la letra y la caligrafía brillante. Pues bien, Zafia, la Malagueña, la que ha dejado tan pocas huellas poéticas, tiene, sin embargo, escrita esta queja que perdura más allá del olvido y la desmemoria:
He besado el jazmín
en el que posaron tus labios
y la luz se ha hecho.
Algo del jazmín se escapa de lo estrictamente literario para adentrarse en lo filosófico, Hasan Ben Soleiman, pensador andaluz, ha dejado escrita esta otra queja densamente evocadora:
He conocido la exactitud y armonía de las
matemáticas, la queja y el dolor de los
poetas, la locura de la música y el vér-
tigo de las estrellas y ahora, en mi an-
cianidad, sólo me queda satisfacerme en
la sonrisa de un niño y en la gracia de
un jazmín.
El jazmín, se sacia en belleza e imaginación. Cualquier referencia a la diminuta gracia de esta flor tiene el valor inmediato de una metáfora. Decir jazmín equivale a decir poesía.
Mohamed Abulhasan, en su Crónica de las Noches de Al Andalus, cuenta que era costumbre en nuestra ciudad, en el siglo XI, anotar el nombre del primer amor en la blancura diminuta de un pétalo de jazmín. Recreando, de esta manera, una leyenda que se pierde en la noche de los arabescos, en la que se atribuye al arcángel. Gabriel la visita a Fátima, hija del profeta, para anunciarle el nombre del que más adelante sería su esposo, dándoselo, igualmente escrito, en el diminuto blanco de un jazmín traído de las noches de España.
Y es este anecdotario imaginal, que me es propio y que nace de un juego de cultura ficción, no quiero dejar de recordar el bellísimo ejemplo de otro malagueño insigne, el físico Alí ben Mohhamed Ben Alí el Anzari, que, requerido por el visir de Málaga para que explicase qué entendía por el amor a nuestra ciudad, dijo: “ ves esta blanca biznaga, ella es sólo posible por el esfuerzo de muchos jazmines que, perdiendo su individualidad, se recrean en la superior belleza que entre todos consiguen, ” y en que la biznaga es una cooperativa de jazmines.
Se ha llegado en la valoración del jazmín a la metafísica. Un poeta del siglo XIII, cordobés, decía: “ el pecado de Luzbel no sólo fue contraponer su belleza y desafiar a Dios estéticamente, sino también querer crear, frente al resplandor del jazmín blanco, la inquietante oscuridad de un jazmín negro, brillante en azabache y significativo de la nada.”
Y es que la primera nota que da naturaleza al jazmín es lo blanco. Lo blanco que, es simbología, aparece dotado de estas características: color de la luz, de la pureza y de la perfección absoluta. De esta manera, cuando en esta noche celebramos al jazmín como parte, verso o medida de la biznaga, o cuando abordamos las excelencias de esta flor compuesta artificialmente por el hombre en ánimo de perfección estéticamente, a la vez estamos celebrando la grandeza de lo absoluto, porque nada malo puede venir de lo albo. Blanco son los trajes que visten los momentos y las celebraciones más importantes de nuestras vidas, como blanco es el traje con el que la novia se promete y entrega. Todos ellos perfectamente blancos como la nieve, que dirían los nórdicos o blancos como el jazmín que decimos los que gozamos de un clima que arrincona al invierno y lo deja casi en una necesidad superflua de la moda. Y es que Málaga tiene la suerte de no definir sus estaciones, aquí solo la primavera se resalta en el juego de las gaviotas, dejando al mar la confusión de si son o no palomas picasianas las que enredan con el humo de los barcos para tatuar el azul del cielo con esos nombres que todos llevamos escritos en los deseos más entrañables del corazón.
Toda contemplación del jazmín y la biznaga se hace interminable porque, de una manera u otra, las valoraciones se van entretejiendo sobre la sobriedad y la sencillez de la flor. Son leyendas que abarcan hasta los conceptos bélicos. Hay una crónica que contrapone en símbolo de paz la paloma al jazmín, quedando aquella aceptada pues su presencia es más abierta, frecuente y si se quiere vulgar que una flor cuyo existir está condicionado a reglas climatológicas muy estrictas.
Pero más que nada el jazmín es el acento del verano. Su nieve parece estar hecha para contra restar y compensar, aún más, para resaltar la morenez del estío. La biznaga a esquina o punta del escote está aplacando el tatuaje del sol en los cutis perfectos de las más bellas mujeres del Sur. Por eso el jazmín nace y se cría junto a este litoral mediterráneo, para que morenez, bronce, cuerpo y mar compongan las primeras claves del más antiguo y natural de nuestros poemas, el poema que comprende el conocimiento de dos cuerpos amorosos sostenidos en el aire templado de lo andaluz.
Una fiesta como la de hoy es un motivo para celebrar el verano, para celebrar el descanso, el ocio y cuantas cosas son compensatorias y parte d esa moneda que lleva acuñada en una de sus caras la imagen del trabajo y la diligencia.
Una fiesta, como la de hoy, es parte de un instante vital que se entrega a la belleza, en torno a una meditación sobre un concepto feliz y cuyo nombre ya tiene, por sí mismo, la fragancia que la propia flor lleva. Y es que hay palabras que están dotadas de un interés inmediato, de un interés estético. Una de ellas es, precisamente, jazmín, y para que no parezca que lo digo obligado por mi función de pregonero, voy a remitirme a un concurso organizado hace años en Radio Nacional. Se trataba de un concurso cuya finalidad estaba en dar el premio a la palabra más hermosa del español. También recuerdo que fue Rafael Alberti el que, de forma expeditiva, solucionó este nuevo juicio de París, y como finalistas, como palabras guapas, en las ondas quedaron, en el podium de los vencedores, Alba, Madre y Jazmín.
Todos los años al amparo de una noche cálida y romántica se celebra la liturgia del jazmín y lo blanco.
Una ciudad que es capaz de cantar la densa y efímera belleza del jazmín demuestra la profunda raigambre de su cultura.
Todos los años, la devoción por la belleza de lo que es nuestro resucita la viva historia de la biznaga, y trae al marco perfecto de noches como esta lo mejor de la literatura arábigo-andaluza en busca del brillo narrativo de la exalte.
Y todos los años una voz más autorizada que la mía os cuenta que el origen de la palabra, cuyo concepto celebramos hoy, se remonta, etimológicamente, al término latino pastinaca y de ahí, en un raro viaje al mozárabe, bistinaga y al árabe vulgar bisneq de la que procede avizne, hasta llegar a biznaga.
Y todos los años, cuando en la noche se hace el tiempo de las despedidas empezamos a olvidar esos datos de erudición para quedarnos con lo que importa, con la perfecta sensación de lo blanco envolviéndolo todo, y un olor al que la palabra no llega a alcanzar en su afán definitorio.
Y ya, al término de este canto, una muy breve reflexión que toma la idea, para cierta, de que cuando cantamos a la biznaga celebramos el emblema de esta Ciudad del Paraíso. De una ciudad tan generosa en sus símbolos que alguien ha dicho, con gracia muy con razón, que cuando los Reyes Católicos le dieron escudo, inventaron la primera tarjeta postal, porque en él están todas las cosas que, con entidad histórica, configuran la esencia paisajística de lo malagueño: el Castillo, la Alcazaba, el Puerto e incluso, junto al “tanto monta”, los mártires Ciriaco y Paula. Y como en el olvido heráldico quedara la esencia humilde del jazmín, estos amigos de la biznaga han querido subrayar, año tras año, que ella es como si la ciudad se ofreciera en un conjunto en el que cada ciudadano ha aportado su razón personal a favor de los otros, que la biznaga es un plural de jazmines, una suma de esfuerzos.
La perfección sólo existe en el recuerdo y en el deseo, y Málaga, como parte importantísima de nuestra realidad inmediata, exige de todos y cada uno de nosotros el aliento hacia lo mejor, el esfuerzo para que cada día sea más, y por ello, junto a la alabanza, la crítica ha de jugar el papel compensatorio de aquellos que al formularla lo que intentan es la perfección de lo que aman, esto es un grado más en la trascendencia, porque en las cosas que corresponden al bien común no cabe decir como el poeta, ¡ no lo toques ya más que así es la rosa “, sino lo contrario, la seguridad de que todo esfuerzo servirá para que ella, esta Málaga que nos vive desde una ancianidad generosa e histórica, se consiga lo mejor que nosotros podamos darle.
Y este puede ser el proyecto de una noche que se repite en los jardines de España.
Rafael Pérez Estrada
Colegio Europa
12 Julio 1.986.
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